Antecedentes
Desde joven Häendel
mostró un excepcional talento musical. Ya a los siete años tocaba el órgano,
sin embargo, su padre quería que fuera abogado.
Pocos años
después de la muerte de su padre, Häendel se dedicó de tiempo completo a la música.
En Italia escribió sus primeras óperas y en 1710 viajó a Londres, y lo que al
principio se suponía que sería, una visita corta se convirtió en una residencia
de por vida.
En 1713, a la
edad de 36 años, escribió una obra para celebrar el cumpleaños de la reina Ana,
por la cual recibió una pensión vitalicia de 200 libras anuales. Se convirtió
en el maestro no oficial de la música real. El rey Jorge I le dobló la pensión,
y la coronación de Jorge II, en 1727, incluyó cuatro hinmos compuestos por Häendel. En
ese mismo año, Häendel se naturalizó ciudadano inglés y dio a su nombre estilo
inglés, convirtiéndolo en George Frederick.
Con la salud
quebrantada, Häendel estaba a punto de dejar Inglaterra cuando el gobernador de
Irlanda lo invitó a dar una serie de conciertos en Dublín. Mientras planeaba su
viaje, Häendel
escribió un nuevo oratorio, El Mesías, en sólo 23 días, a veces sin
dormir ni comer. La historia fue así: Todo comienza una tarde del 13 de
abril de 1737, en el domicilio del compositor en Londres, en el 25 de Brool
Street. Un estruendo retumbó en el hogar. El criado de Häendel, Christof
Schmidt, corrió para averiguar qué había sucedido. Pronto encontró al
corpulento músico, tendido en el suelo. Solo pudo escuchar un leve quejido.
Estaba tirado de espaldas, con los ojos abiertos, con la mirada fija. Schmidt
salió en busca del doctor Jenkins, médico habitual de Häendel. El
dictamen del doctor era inapelable. El compositor padecía una apoplejía: la
parte derecha de su cuerpo estaba paralizada. El problema residía en que el
ataque, tal y como diagnosticaba Jenkins, había afectado su cerebro. No había
garantías de recuperación. Sin embargo, una semana después, la mejoría llegó.
Contra cualquier pronóstico, Häendel comenzó a moverse, en dos semanas ya tenía
movilidad en el brazo derecho. Fue así que un día, el compositor, en un paseo
por la ciudad, se detuvo frente a la puerta de una iglesia, penetró en el
edificio y buscó el órgano. Sus dedos se deslizaron por las teclas con parecido
prodigio a como lo había hecho antes, antes de que el genio cayera en la
enfermedad. Häendel estaba curado, completamente, ante la admiración de su
médico. A partir de entonces, de regreso al hogar, el músico compuso tres
óperas de forma encadenada, los oratorios Saúl e Israel en Egipto
y la oda L´Allegro. Todos estos logros, sin embargo, no impidieron que
los problemas económicos.
En 1740, además de la crisis económica, le subyuga la crisis creativa.
Su compañía había quebrado y se movía en una incertidumbre ante el futuro. Pero
una noche, al llegar a casa Häendel se encontró con un sobre su mesa de
trabajo. En el remite aparecía el nombre Charles Jennens, el poeta que había
compuesto el Saúl y el Israel en Egipto al que el compositor dio
vida musical. El sobre contenía un nuevo oratorio bajo el título "El
Mesías". Häendel dudó. Los últimos oratorios habían sido un fracaso, por
contra, un hálito de esperanza se forjó en su percepción, sobre todo cuando
comenzó a leer el texto. Aquellas palabras pronto comenzaron a tomar forma.
Olvidando las penurias, el compositor se centró en el texto, y no abandonó su
estudio en tres semanas consecutivas. Escribía, tocaba su clavicordio y, como
reconocería después, nunca había sentido una fuerza creadora como aquella.
Justo cuando concluyó la obra, sus sentidos volvieron a zozobrar. Una mañana,
el fiel criado Schmidt, con cierto temor llamó a la puerta del maestro, pero
éste no contestó. Frío, sobre la cama, de nuevo con la mirada fija sobre la
nada, Häendel reposaba ajeno al mundo de los vivos. Parecía que, de nuevo, una
aplopejía, quizá producto del cansancio creador, se había apoderado del
compositor. Bastantes horas después de que Häendel permaneciera en ese estado
catatónico, Jenkins, el doctor, fue localizado. Cuando llegó al hogar, Schmidt salió a su encuentro. Medio aturdido,
avisó al doctor de que se había producido algo parecido a un milagro. Pues, de
repente, Häendel se había incorporado, y dicho: "He creído ver el Paraíso frente a mí y al
gran Dios sentado en su trono con su compañía de Ángeles". "El Mesías" fue un éxito. Nunca antes
se había reunido tanto público para contemplar un estreno.
El Mesías
se estrenó en el Covent Garden, de Londres. Durante el concierto, el rey Jorge
II se emocionó tanto que, al llegar la parte de los coros de Aleluya, se puso a
dar saltitos. Sus súbditos hicieron lo mismo y, desde entonces, se hizo
tradición el ponerse de pie cada vez que es ejecutada esa parte.
Häendel
nunca cobró dinero alguno por esta obra. "Será siempre para los enfermos y
para los presos, pues he sido un enfermo y con ella me he curado; y fui un
preso, y ella me liberó".
Häendel falleció
1759 y sepultado con honores de Estado en la Abadía de Westminster, lugar
destinado sólo a miembros de la realeza. Su petición de ser enterrado de forma
privada no fue obedecida. Más de 3,000 entristecidos admiradores acudieron al
funeral.
A los 25 años de
su muerte, se llevó a cabo una representación conmemorativa de El Mesía,
que incluyó la fabulosa cantidad de 95 violines, 26 violas, 21 cellos, 20
oboes, 12 trompetas, 4 juegos de timbales y un coro compuesto por 257 voces. En
los festivales en honor a Handel, que se llevaron a cabo entre 1857 y 1926,
tornaron parte más de 4,000 ejecutantes.
Algunos
compositores se refirieron así de Handel:
«Händel es el compositor
más grande que ha existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su
tumba.» BEETHOVEN
«Händel entiende el
efecto mejor que todos nosotros, cuando quiere, golpea como un rayo» MOZART
«El es el maestro de
todos nosotros» HAYDN
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