miércoles, 29 de mayo de 2013

Historia de "El mesias" de Haendel



Antecedentes

Desde joven Häendel mostró un excepcional talento musical. Ya a los siete años tocaba el órgano, sin embargo, su padre quería que fuera abogado.
Pocos años después de la muerte de su padre, Häendel se dedicó de tiempo completo a la música. En Italia escribió sus primeras óperas y en 1710 viajó a Londres, y lo que al principio se suponía que sería, una visita corta se convirtió en una residencia de por vida.
En 1713, a la edad de 36 años, escribió una obra para celebrar el cumpleaños de la reina Ana, por la cual recibió una pensión vitalicia de 200 libras anuales. Se convirtió en el maestro no oficial de la música real. El rey Jorge I le dobló la pensión, y la coronación de Jorge II, en 1727, incluyó cuatro hinmos compuestos por Häendel. En ese mismo año, Häendel se naturalizó ciudadano inglés y dio a su nombre estilo inglés, convirtiéndolo en George Frederick.
Con la salud quebrantada, Häendel estaba a punto de dejar Inglaterra cuando el gobernador de Irlanda lo invitó a dar una serie de conciertos en Dublín. Mientras planeaba su viaje, Häendel escribió un nuevo oratorio, El Mesías, en sólo 23 días, a veces sin dormir ni comer. La historia fue así: Todo comienza una tarde del 13 de abril de 1737, en el domicilio del compositor en Londres, en el 25 de Brool Street. Un estruendo retumbó en el hogar. El criado de Häendel, Christof Schmidt, corrió para averiguar qué había sucedido. Pronto encontró al corpulento músico, tendido en el suelo. Solo pudo escuchar un leve quejido. Estaba tirado de espaldas, con los ojos abiertos, con la mirada fija. Schmidt salió en busca del doctor Jenkins, médico habitual de Häendel. El dictamen del doctor era inapelable. El compositor padecía una apoplejía: la parte derecha de su cuerpo estaba paralizada. El problema residía en que el ataque, tal y como diagnosticaba Jenkins, había afectado su cerebro. No había garantías de recuperación. Sin embargo, una semana después, la mejoría llegó. Contra cualquier pronóstico, Häendel comenzó a moverse, en dos semanas ya tenía movilidad en el brazo derecho. Fue así que un día, el compositor, en un paseo por la ciudad, se detuvo frente a la puerta de una iglesia, penetró en el edificio y buscó el órgano. Sus dedos se deslizaron por las teclas con parecido prodigio a como lo había hecho antes, antes de que el genio cayera en la enfermedad. Häendel estaba curado, completamente, ante la admiración de su médico. A partir de entonces, de regreso al hogar, el músico compuso tres óperas de forma encadenada, los oratorios Saúl e Israel en Egipto y la oda L´Allegro. Todos estos logros, sin embargo, no impidieron que los problemas económicos.
En 1740, además de la crisis económica, le subyuga la crisis creativa. Su compañía había quebrado y se movía en una incertidumbre ante el futuro. Pero una noche, al llegar a casa Häendel se encontró con un sobre su mesa de trabajo. En el remite aparecía el nombre Charles Jennens, el poeta que había compuesto el Saúl y el Israel en Egipto al que el compositor dio vida musical. El sobre contenía un nuevo oratorio bajo el título "El Mesías". Häendel dudó. Los últimos oratorios habían sido un fracaso, por contra, un hálito de esperanza se forjó en su percepción, sobre todo cuando comenzó a leer el texto. Aquellas palabras pronto comenzaron a tomar forma. Olvidando las penurias, el compositor se centró en el texto, y no abandonó su estudio en tres semanas consecutivas. Escribía, tocaba su clavicordio y, como reconocería después, nunca había sentido una fuerza creadora como aquella. Justo cuando concluyó la obra, sus sentidos volvieron a zozobrar. Una mañana, el fiel criado Schmidt, con cierto temor llamó a la puerta del maestro, pero éste no contestó. Frío, sobre la cama, de nuevo con la mirada fija sobre la nada, Häendel reposaba ajeno al mundo de los vivos. Parecía que, de nuevo, una aplopejía, quizá producto del cansancio creador, se había apoderado del compositor. Bastantes horas después de que Häendel permaneciera en ese estado catatónico, Jenkins, el doctor, fue localizado. Cuando llegó al hogar, Schmidt salió a su encuentro. Medio aturdido, avisó al doctor de que se había producido algo parecido a un milagro. Pues, de repente, Häendel se había incorporado, y dicho: "He creído ver el Paraíso frente a mí y al gran Dios sentado en su trono con su compañía de Ángeles". "El Mesías" fue un éxito. Nunca antes se había reunido tanto público para contemplar un estreno.
El Mesías se estrenó en el Covent Garden, de Londres. Durante el concierto, el rey Jorge II se emocionó tanto que, al llegar la parte de los coros de Aleluya, se puso a dar saltitos. Sus súbditos hicieron lo mismo y, desde entonces, se hizo tradición el ponerse de pie cada vez que es ejecutada esa parte.
Häendel nunca cobró dinero alguno por esta obra. "Será siempre para los enfermos y para los presos, pues he sido un enfermo y con ella me he curado; y fui un preso, y ella me liberó".
Häendel falleció 1759 y sepultado con honores de Estado en la Abadía de Westminster, lugar destinado sólo a miembros de la realeza. Su petición de ser enterrado de forma privada no fue obedecida. Más de 3,000 entristecidos admiradores acudieron al funeral.
A los 25 años de su muerte, se llevó a cabo una representación conmemorativa de El Mesía, que incluyó la fabulosa cantidad de 95 violines, 26 violas, 21 cellos, 20 oboes, 12 trompetas, 4 juegos de timbales y un coro compuesto por 257 voces. En los festivales en honor a Handel, que se llevaron a cabo entre 1857 y 1926, tornaron parte más de 4,000 ejecutantes.
Algunos compositores se refirieron así de Handel:

«Händel es el compositor más grande que ha existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su tumba.» BEETHOVEN

«Händel entiende el efecto mejor que todos nosotros, cuando quiere, golpea como un rayo» MOZART

«El es el maestro de todos nosotros» HAYDN

No hay comentarios:

Publicar un comentario